Triste Bienhechora de Cracovia

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Desde hace más de quinientos años, el cuadro de la Virgen Dolorosa de la iglesia de Los Padres Franciscanos está rodeado de culto y veneración por parte de los fieles. Se vincula al mismo la tradición de indulto a los malhechores condenados a muerte.

La capilla de la Virgen Dolorosa, que ocupa parte del claustro del convento franciscano, se erigió en la primera mitad del s. XV. El cuadro actual, adoptado al estilo del gótico tardío y colocado en el posterior altar de mármol negro, fue pintado alrededor de 1510. Representa a una María de tipo Mater Dolorosa: la Virgen, rodeada de ángeles, se muestra en una posición expresiva y preparada para orar y su cara cansada expresa profundo dolor y sufrimiento compartido con Jesucristo. Los ángeles sostienen las herramientas de la Pasión de Cristo (arma Christi) y la impresión dolorosa se ve subrayada por la espada que atraviesa el corazón de María. Por encima de la pintura, se halla un Veraikon del s. XVII, esto es, una imagen de tamaño reducido, que representa el rostro de Jesucristo, impreso en el velo de santa Verónica.

Desde hace siglos, los cracovianos veneran dicha imagen en la iglesia de Los Padres Franciscanos, como Triste Bienhechora de Cracovia. Su culto floreció especialmente en la época barroca y en los ss. XVII y XVIII, ante ella, fueron indultados presos condenados a muerte, salvados así de la sentencia gracias a la Archihermandad de la Pasión de Cristo del Convento.

Cuando en 1850, el cuadro (otra vez) sobrevivió a un gran incendio de esta parte de Cracovia, se vio en ello la mano de Dios y se iniciaron los esfuerzos para conseguir la coronación del mismo. La imagen, famosa por los numerosos milagros obrados y las gracias concedidas, recibió en 1908 una corona papal, inspirada en la corona de Anjou de la reina polaca Eduvigis, hoy día santa. Ante el cuadro de la Triste Bienhechora de Cracovia rezó Karol Wojtyła, quien tenía la costumbre de oficiar el Vía Crucis, en privado, en la iglesia de Los Franciscanos. El futuro papa Juan Pablo II se confesaba a menudo en uno de los confesionarios de la capilla de la Pasión de Cristo, situada a la derecha del templo.

En la capilla de la Beata Salomea de Cracovia, situada también en la iglesia de Los Franciscanos, se hallan los restos mortales de dicha beata, rodeada de culto. Princesa de la dinastía de los Piastas y primera hermana clarisa de Polonia del s. XIII, era la hermana del duque Boleslao V el Casto, que fue quien financió la fundación del convento de Los Padres Franciscanos. Precisamente a la beata Salomea de Cracovia está dedicada una de las espectaculares vidrieras de estilo modernista denominado Joven Polonia, colocada en el presbiterio de la iglesia y diseñada por el gran artista polaco Stanisław Wyspiański.

La nave central de la basílica de San Francisco de Asís de Cracovia alberga el altar de San Maximiliano Kolbe (Maximiliano María Kolbe, franciscano y mártir, que, en 1941, entregó su vida por uno de sus compañeros en Auschwitz), mientras que junto a la entrada al convento se encuentra una placa conmemorativa del ministerio sacerdotal efectuado por dicho santo en ese mismo lugar, en los años 1919-1922.

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