Siguiendo las huellas del Dragón de Wawel

Medio de transporte

Paseo familiar con la historia de fondo

«En una época remota, en la colina de Wawel se levantó una villa, gobernada por el respetable príncipe Krak. El principado era hermoso y rico. Mientras Cracovia iba desarrollándose rápido, a sus puertas acudía gente de las tribus vecinas». A aquellos tiempos ancestrales nos traslada la exposición El Wawel perdido, albergada por el edificio de las antiguas cocinas reales. Al visitar dicha reserva arqueológico-arquitectónica, fundada junto a una construcción circular tipo rotonda, cuyo origen se remonta a más de mil años atrás, iniciaremos nuestro viaje a través de la historia de la colina de Wawel.

Desde la parte subterránea, salimos dirigiéndonos rumbo al sol y remontamos 137 escalones con el fin de llegar a la cima de la Atalaya de Sandomierz, para así poder imaginar cómo «el dragón apareció en el cielo, con sus enormes alas que eclipsaron el sol. La hasta entonces apacible vida de la ciudad se llenó de terror». Asimismo, merece la pena acercarse a la entrada occidental de la catedral, sobre la que cuelgan los huesos considerados restos del dragón de Wawel. La leyenda cuenta que en el momento en que dichos huesos se caigan de la cadena que los sujeta, llegará el fin del mundo.

Según la versión más popular de la leyenda del dragón que vivía en la cueva al pie de la colina, fue un joven zapatero Skuba quien salvó del iminente desastre a los habitantes de la ciudad. Podremos apreciar la guarida de la bestia legendaria bajando a la Cueva del Dragón por una escalera de caracol.

Dicha cavidad subterránea nos llevará fuera de los muros del castillo, donde ante nuestros ojos aparecerá el monumento al Dragón de Wawel de seis metros de altura del escultor Bronisław Chromy, eregido en los bulevares del Vístula hace más de 40 años. La escultura se alimenta con gas natural, gracias a lo cual el dragón echa bocanadas de fuego auténtico y espanta a todos aquellos que quieran saquear su cueva. Más adelante, las huellas del dragón nos llevarán al mismo río que causó su muerte: «El Dragón de Wawel al beber el agua del Vístula quería apagar el fuego encendido en su interior por el azufre». De camino, detengámonos, por lo menos un momento, junto al monumento al perro Dżok, que evoca la triste historia de la fidelidad canina.

Las huellas del dragón nos guiarán después a las edificaciones del monasterio de Skałka (esp. de la Roca), visibles ya desde lejos, que, al igual que la colina de Wawel, pertenecen a los lugares con una larga y rica tradición y, asimismo, están fuertemente vinculadas con el personaje de San Estanislao, obispo de Cracovia. Después de esta clase de historia polaca, proponemos terminar el día jugando en... la Plazoleta Ajardinada del Dragón.

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